Navegantes
El olor a leña en las calles y la nieve ondeando el horizonte son el escenario de un espejismo primaveral. Mercè, 93 años, viene a consulta. Rompe a llorar y murmura: “la que se tendría que haber ido no lo ha hecho y quién no tenía que hacerlo, sí”. Su hijo Luis, también paciente mío, había fallecido hace 3 semanas tras una corta pero intensa enfermedad. La miro. La complicidad del dolor compartido nos sumerge en un mar donde solo la calidez de un abrazo nos vuelve a impulsar, por un instante, hacia la superficie.